OPINIÓN
2 de abril de 2023
18.800.000 en la pobreza: el grito desesperado en el desierto de la indiferencia política
Las estadísticas de la pobreza emitidas por el INDEC evidencian las deficiencias estructurales de un país que se encuentra acorralado al borde del abismo. El 39,2%, más que un número, representa el fracaso rotundo de aquellos que dicen representar al pueblo: obreros, docentes, profesionales, changarines y todos aquellos que encuentran en Argentina su lugar en el mundo.
Es un lugar que no es perfecto y probablemente nunca lo será, pero cada persona que lo habita busca que sea próspero y acogedor, que brinde apoyo a los sueños y proyectos que nacen en el seno de sus familias, aunque hoy en día estos sean solo utopías, contenidas por la incertidumbre y la desesperación.
Son 18.800.000 los argentinos que se encuentran en situación de pobreza. Es una cifra escandalosa que resuena en los medios como un grito en el desierto, sin que los representantes del pueblo parezcan prestarle atención. Permíteme agruparlos a todos en la misma bolsa, aunque sé que más de uno, al igual que alguien que se ahoga, lucha por salir de esta situación crítica. Son los menos, pero nobleza obliga, existen.
Las fuerzas políticas hoy solo se prestan para la confusión, para seguir generando, como decía María Elena Walsh, “El Reino del Revés”. Para seguir generando poderosos bien comidos y un pueblo mendigo de pan. Se me tildará de negativo, de no tener un ápice de esperanza, pero ¿cómo no serlo con un 54,2% de niños pobres? ¿Ellos son el futuro?
Yo me permito, en modo de rezo, procurarme que la respuesta sea “SÍ”. Pero es preocupante que más de la mitad de los niños y niñas de nuestro país no tengan sus necesidades básicas solventadas. Es obsceno escuchar a la clase política hablar de las infancias como el futuro cuando se ve a las claras que no hacen nada para que el hambre no se transforme en dolor.
Las nuevas generaciones son las que tienen el cambio en sus manos y en aquellos a quienes esta situación los coloca en una interpelación de la realidad. Que los golpea y los hace colocar sus pies en la tierra, de ellos será la transformación y de los codiciosos solo el olvido. De ser seres que se llenan los bolsillos, pero que viven una pobreza existencial, y es de las peores que un ser humano puede tener.
Yo me permito creer que la moral no es una farsa. Pero si aquellos que toman la herramienta de la economía como la gran salvadora, esos son farsantes que toman esta ciencia, que hasta el momento no consigue que coman los seres humanos.
El hombre egoísta que no escucha el clamor desesperado de un pueblo será el peor de los ciegos, aquel que vio la realidad y volvió a cerrar los ojos.
Por Cristian Ferreyra