OPINIÓN
27 de octubre de 2025
🇦🇷Argentina, el país que nunca se repite

Por Cristian Ferreyra (REDES SOCIALES)
Qué volátil es la Argentina. Pensar de manera lineal una elección en este país es un ejercicio condenado al error. Cuando todos los indicadores, las encuestas y hasta la intuición política parecían alinearse detrás de un triunfo peronista, La Libertad Avanza dio un golpe de tablero, ganó las elecciones legislativas y sacó más de ocho puntos de diferencia sobre el histórico movimiento justicialista.
La paradoja es profunda: el oficialismo triunfa sin economía sólida, sin mejora del poder adquisitivo y con un tejido productivo resentido, contradiciendo uno de los axiomas más antiguos de la política argentina: que el bienestar económico es la llave del apoyo popular.
Una validación del proyecto libertario
El Gobierno de Javier Milei no solo revalidó su gestión: consolidó su liderazgo como la primera fuerza del país. Con el 40,84% de los votos, La Libertad Avanza superó al 24,50% del peronismo (bajo el sello Fuerza Patria), marcando una diferencia histórica. En el Senado, los libertarios pasarán de 7 a 20 bancas, quedando apenas a 17 del quórum propio.
El mapa electoral muestra una victoria de Ushuaia a la Quiaca, homogénea, sin fisuras y con un claro mensaje político: la sociedad eligió continuidad y reforma, no nostalgia ni resistencia. Milei, fortalecido, habló de “la etapa más reformista de la historia” y convocó al diálogo a los gobernadores y bloques provinciales, sabiendo que el poder real en el Congreso se construye con acuerdos, no con arengas.
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El peronismo y la crisis de sentido
Del otro lado, el peronismo vuelve al laberinto. Tras su resonante victoria bonaerense en septiembre, el oficialismo de Milei logró revertir el resultado en ese mismo distrito, ganando por menos de un punto. Fue el golpe más simbólico de la jornada: Buenos Aires dejó de ser el corazón electoral del PJ.
Hoy, el movimiento creado por Perón vuelve a dividirse entre las almas de Axel Kicillof y Cristina Fernández, en un debate que no se da en las calles sino en los despachos. El problema no es solo de liderazgo: es de diagnóstico. Mientras el peronismo sigue interpretando que el pueblo se equivoca, Milei sigue ganando elecciones.
La autocrítica no aparece. En cambio, resurgen los viejos reflejos de la resistencia: el descreimiento, la desconfianza, el repliegue. Pero el pueblo votó, y lo hizo dentro de las reglas de la democracia. Lo que cambió no fue la urna, sino el sentido común.
El contexto global y la sombra de Trump
Milei no gobierna en un vacío. Su proyecto se inscribe dentro de una nueva ola internacional, donde los liderazgos disruptivos, ultraliberales y con narrativa antiestablishment se fortalecen. Donald Trump, en su regreso al poder en Estados Unidos, encontró en Milei un aliado ideológico, pero también una pieza funcional al reordenamiento económico regional.
Los dólares que sostienen la estrategia de estabilización argentina no son ajenos a esa geopolítica del capital verde: detrás del discurso libertario hay una red de intereses globales que buscan consolidar un modelo de desregulación y concentración. Si Milei gana en 2027, no será solo por mérito local, sino porque el clima político mundial seguirá favoreciendo proyectos como el suyo.
El resultado electoral redefine el tablero político argentino.
Para el Gobierno, significa una ratificación de poder que le permitirá avanzar con reformas profundas y mantener el relato de “la casta derrotada”.
Para el peronismo, implica una crisis existencial que excede la elección: ya no se trata de volver a ganar, sino de volver a representar.
Y para la sociedad, abre un dilema: ¿hasta dónde llega la paciencia frente a un modelo que promete libertad mientras ajusta en nombre del sacrificio?
Argentina vuelve a mostrarse impredecible, pero no irracional. En un país donde la esperanza cambia de rostro con la velocidad del dólar, la política se volvió un péndulo entre la fe y la frustración.
Hoy ganó Milei. Ganó con votos, con discurso y con estrategia.
El desafío será ver si, más allá del resultado, logra gobernar ese país que cambia de opinión cada dos años pero nunca deja de buscar un rumbo.










